La difteria es una infección causada por la bacteria Corynebacterium Diphtheriae. Sus signos y síntomas, suelen manifestarse entre 2 y 5 días después de la exposición, pueden ser desde leves hasta graves. A menudo los síntomas se presentan de modo gradual, empezando por dolor de garganta y fiebre.
Se transmite fácilmente de una persona a otra, ya sea por contacto directo o por vía aérea, a través de las gotículas respiratorias emitidas al toser o estornudar. También puede diseminarse a través de tejidos u objetos contaminados.
La bacteria que causa la difteria se propaga a través de las gotitas respiratorias, como las que se producen con la tos o los estornudos, de una persona infectada o de alguien que porte la bacteria pero que no tenga ningún síntoma.
Los factores de riesgo para la difteria incluyen ambientes de hacinamiento, higiene deficiente y falta de vacunas.
La complicación más común es la inflamación del músculo cardíaco (miocarditis). El sistema nervioso también puede verse afectado en forma grave y frecuente, lo cual puede ocasionar parálisis temporal.
la bacteria produce sustancias peligrosas llamadas toxinas, las cuales se diseminan a través del torrente sanguíneo afectando a otros órganos, como el corazón y el cerebro.
El médico llevará a cabo un examen físico y observará el interior de la boca. Esto puede revelar una cubierta de color gris a negro (seudomembrana) en la garganta, inflamación de los ganglios linfáticos e hinchazón del cuello o las cuerdas vocales.
Los exámenes empleados pueden incluir:
Luego que se diagnostique la enfermedad, se debe administrar la antitoxina diftérica, además de la antitoxina, hay que administrar Penicilina o Eritromicina, bajo estricto control médico. A los portadores crónicos debe ser administrada una dosis de Penicilina benzatínica.
La vacunación es necesaria tras la recuperación del paciente, debido a que un gran número de sujetos no logra crear anticuerpos protectores luego de una infección natural.
Reposo en cama y aislamiento de las personas infectadas, para evitar una diseminación secundaria de la bacteria.
Una buena alimentación protege el sistema inmune ante el ataque de esta bacteria y de cualquier amenaza.
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