La escarlatina es una enfermedad bacteriana, también conocida como «fiebre escarlata», se caracteriza por una erupción cutánea de color rojo brillante que recubre la mayor parte del cuerpo. La escarlatina casi siempre está acompañada de dolor de garganta y fiebre alta.
Si no es tratada a tiempo puede ocasionar enfermedades más graves que afectan el corazón, los riñones y otras partes del cuerpo.
La escarlatina es ocasionada por el mismo tipo de bacteria que provoca la amigdalitis estreptocócica. En el caso de la escarlatina, la bacteria libera una toxina que produce la erupción cutánea y la coloración roja de la lengua.
La infección se contagia de una persona a otra a través de las gotas que expulsa una persona infectada al toser o estornudar. El período de incubación suele ser de 2 a 4 días.
Si la fiebre escarlatina no se trata, la bacteria puede propagarse a otras partes del cuerpo:
Ocasionalmente, la fiebre escarlatina puede derivar en fiebre reumática, un trastorno grave que puede afectar:
El diagnóstico de la escarlatina se realiza por la sintomatología clínica confirmándose a través de pruebas analíticas en las que se detecta:
El paciente suele recibir tratamiento con una duración de 10 días aproximados basado en la penicilina. El objetivo del tratamiento es mitigar los síntomas como fiebre, dolores de garganta, dolor de cabeza, dolores articulares, tos, náuseas y evitar complicaciones.
Para los pacientes alérgicos a la penicilina, se dispone de alternativas como los antibióticos (eritromicina, roxitromicina o cefalosporinas).
Las mejores estrategias de prevención para la escarlatina son las mismas las precauciones contra las infecciones:
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