La pericarditis aguda es una inflamación del pericardio (el saco flexible con dos capas que envuelve el corazón) que comienza súbitamente, es dolorosa y causa que los fluidos y los componentes sanguíneos (como la fibrina, los glóbulos rojos y los glóbulos blancos) entren en la cavidad pericárdica.
A veces, la inflamación puede provocar que un exceso de líquido entre en la cavidad pericárdica (derrame pericárdico). En ocasiones, cuando la pericarditis se debe a una lesión, a un cáncer o a una intervención quirúrgica en el corazón, el fluido es sangre.
Entre las causas de la pericarditis aguda se hallan:
La pericarditis a veces puede llevar a enfermedades llamadas derrame pericárdico y pericarditis constrictiva. Usted necesita un tratamiento ulterior si desarrolla algunas de estas complicaciones.
Derrame pericárdico
El derrame pericárdico es la acumulación de líquidos entre las dos capas del saco pericárdico. Si se acumula demasiado líquido, esto puede evitar que su corazón se llene adecuadamente, debido a un aumento de la presión. A esto se le conoce como taponamiento cardíaco.
Si ocurre un derrame pericárdico, puede necesitar de un procedimiento destinado a drenar el exceso de fluido para permitir que su corazón vuelva a funcionar bien. A esto se llama pericardiocentesis o punción pericárdica.
Pericarditis constrictiva
La pericarditis constrictiva es el engrosamiento y endurecimiento del pericardio. Esto ocurre, por lo general, como resultado de una prolongada infección del pericardio, frecuentemente, como resultado de la tuberculosis. Sin embargo, podría no existir una causa concreta. El engrosamiento del pericardio evita que el corazón de llene adecuadamente entre latidos. Puede necesitar una operación para quitar todo o parte del pericardio, de manera que el corazón pueda volver a funcionar normalmente.
La pericarditis aguda se suele diagnosticar a partir de la descripción del dolor y por los sonidos que se escuchan al colocar un fonendoscopio sobre el pecho del paciente. Estos sonidos son similares al crujido de un zapato de cuero o al roce de las hojas secas (roce pericárdico). Gracias a estos sonidos, se puede diagnosticar la pericarditis pocas horas o pocos días después de un infarto de miocardio.
Por lo general, también se realiza una electrocardiografía (ECG), que suele mostrar las anomalías provocadas por la pericarditis. Después, se buscan signos de derrame pericárdico mediante la realización de una radiografía de tórax y una ecocardiografía (un procedimiento que utiliza ondas de ultrasonido para producir una imagen del corazón).
Otras pruebas que se pueden utilizar para su diagnóstico son:
Independientemente de la causa, en algunas ocasiones se hospitaliza a los enfermos con pericarditis, sobre todo si presentan características de alto riesgo (fiebre, inicio subagudo de la pericarditis, tratamiento con fármacos inmunodepresores, traumatismo reciente, tratamiento anticoagulante oral, ausencia de mejoría tras la administración de aspirina [ácido acetilsalicílico] o fármacos antiinflamatorios no esteroideos [AINE], miopericarditis [pericarditis que afecta el músculo cardíaco y también el pericardio] y derrames pericárdicos de intensidad moderada o grave). Se somete a la persona afectada a supervisión con el fin de detectar posibles complicaciones, sobre todo, un taponamiento cardíaco.
Fármacos antiinflamatorios
Por lo general, la pericarditis aguda responde a la colquicina (frecuentemente denominada colchicina) o a los AINE (como el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno) ingeridos por vía oral. Una vez que se alivian el dolor y los signos de inflamación, la dosis de los medicamentos se reduce de forma gradual. La colquicina (frecuentemente denominada colchicina) también reduce la posibilidad de que se produzca una nueva pericarditis. Si el dolor es muy intenso, puede ser necesario administrar un opiáceo, como la morfina. La prednisona, un corticoesteroide, no alivia el dolor de forma directa, sino que lo alivia mediante la reducción de la inflamación. Sin embargo, la prednisona no se indica en todos los casos, ya que puede agravar una infección vírica (que también puede sufrir la persona afectada). La prednisona también aumenta la posibilidad de que se produzca una nueva pericarditis.
Tratamiento del trastorno subyacente
Están disponibles otros tratamientos de la pericarditis aguda, que varían en función de la causa. Si existe insuficiencia renal, aumentar la frecuencia de las diálisis suele producir mejoría.
Siempre que sea posible, se deben dejar de administrar los fármacos causantes de pericarditis.
Las personas con cáncer pueden responder a la quimioterapia o la radioterapia.
Si reaparece una pericarditis causada por una infección vírica, un traumatismo, o un trastorno no identificado, la administración de aspirina (ácido acetilsalicílico) o de ibuprofeno, en ocasiones junto con colchicina, puede proporcionar alivio. Si estos fármacos no ayudan, se pueden administrar corticoesteroides, siempre y cuando la causa no sea una infección. En ocasiones, los corticoesteroides se inyectan en el espacio pericárdico. Si el tratamiento farmacológico es ineficaz, los médicos pueden proceder a la resección quirúrgica del pericardio.
Si la causa es una infección bacteriana, el tratamiento consiste en la administración de antibióticos y en el drenaje quirúrgico del pus presente en el pericardio.
Tratamiento quirúrgico
Se puede evacuar líquido del pericardio mediante la inserción de un catéter delgado en el espacio pericárdico (pericardiocentesis).
En algunas ocasiones, se introduce a través de la piel un catéter con balón en la punta. A continuación, se infla el balón para realizar un agujero (ventana) en el pericardio. Este procedimiento, denominado pericardiotomía percutánea con balón, se suele realizar como alternativa a la cirugía cuando los derrames son secundarios a un cáncer o cuando se repiten.
Como alternativa, se puede practicar una pequeña incisión por debajo del esternón y extirpar parte del pericardio. A continuación, se introduce un tubo en la cavidad pericárdica. Este procedimiento, denominado pericardiotomía subxifoidea, se realiza a menudo cuando los derrames se deben a infecciones bacterianas. Ambos procedimientos requieren anestesia local, pueden realizarse mientras el paciente permanece en la cama, permiten que el líquido se evacue de forma continua y son eficaces.
La prevención de la pericarditis en muchos casos no es posible.
Las medidas para prevenir las infecciones en general, o el control y tratamiento adecuado de las enfermedades autoinmunes, son algunas posibilidades preventivas, aunque no siempre evitan la enfermedad.
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