La endocarditis es la inflamación del revestimiento interior de las válvulas y cámaras cardiacas, que forman el endocardio. La endocarditis se caracteriza por lo general por la acumulación de bacterias y coágulos en las válvulas que forman vegetaciones y, al desprenderse, pueden afectar a órganos vitales y ocasionar la muerte.
La endocarditis puede ser:
Incluye entre sus síntomas fiebre elevada (40ºC), acompañada de una frecuencia cardiaca acelerada, fatiga y rápidas lesiones en las válvulas. Además, la infección puede extenderse ya que en algunos casos se desprenden émbolos de las vegetaciones, y los riñones y otros órganos pueden dejar de funcionar (síndrome séptico). Si los vasos sanguíneos se rompen puede producirse incluso la muerte.
La endocarditis subaguda se asocia a fiebre leve (37,5-38,5ºC), pérdida de peso, sudoración excesiva, anemia y manchas cutáneas similares a las pecas (fruto de las hemorragias causadas por los émbolos) localizadas en las palmas de las manos, las uñas, las plantas de los pies y el blanco de los ojos (conjuntiva). La vaguedad de estos síntomas, pueden prolongarse durante meses sin un diagnóstico claro, haciendo de la endocarditis subaguda no tratada una afección tan peligrosa como la aguda.
La endocarditis puede producirse a raíz de una infección viral o por hongos pero, lo más común es que se genere debido a la penetración de una pequeña cantidad de bacterias que llegan al torrente sanguíneo por la cavidad bucal, la piel y las vías respiratorias.
Entre los factores de riesgo que existen como riesgo para contraer la enfermedad figuran:
Ha sido comprobado que la endocarditis tiene una mayor incidencia entre las personas con defectos congénitos de las cavidades del corazón y de las válvulas, con válvulas artificiales o, simplemente, con alguna lesión o malformación que permita pasar la sangre de un lado a otro del corazón.
En la endocarditis, el corazón presenta agrupaciones bacterianas y de fragmentos celulares que se forman en el lugar de la infección. Estas pueden desprenderse y desplazarse a los pulmones, el cerebro, los órganos abdominales, los riñones o las extremidades. En consecuencia, la endocarditis puede causar varias complicaciones graves, entre ellas:
El especialista puede tener la sospecha de que un paciente tiene endocarditis cuando existe un proceso infeccioso con fiebre persistente sin evidencia clara de infección, especialmente cuando está vinculado con un soplo cardíaco y/o la persona tiene otros síntomas cardiacos.
El primer paso que tiene que dar es demostrar la existencia de microorganismos en la sangre mediante un hemocultivo y diagnosticar las vegetaciones, que además ayudará al profesional a decidir qué tratamiento será el más adecuado.
Para confirmar el diagnóstico, el médico puede solicitar una ecocardiografía, que identificará las vegetaciones de las válvulas del corazón.
La terapia recomendada inicialmente será el tratamiento de la infección mediante antibióticos intravenosos. Ésta podrá durar varias semanas.
Además, el médico también deberá tratar las enfermedades y las complicaciones que surgen como consecuencia de la enfermedad, como la insuficiencia cardiaca o las embolias.
La cirugía solo está indicada en los casos en los que hay que sustituir la válvula afectada por una prótesis, cuando el riesgo de embolia es muy alto o existen abscesos.
Algunas medidas que pueden ayudar a prevenir la endocarditis son:
Además de esto, aquellas personas que se incluyen dentro de los grupos de riesgo, pueden tomar medicamentos preventivos recomendados por su médico.
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