La meningitis es una inflamación de las membranas (meninges) que rodean el cerebro y la médula espinal.
En general, la inflamación de la meningitis provoca síntomas como dolor de cabeza, fiebre y rigidez en el cuello.
La mayoría de los casos de meningitis en los Estados Unidos son producto de una infección viral, pero también la causan las infecciones bacterianas, parasitarias y micóticas. En algunos casos, la meningitis mejora sin tratamiento en unas pocas semanas. En otros, la enfermedad puede ser potencialmente fatal y requiere el tratamiento urgente con antibióticos.
Debes buscar atención médica inmediata si sospechas que alguien tiene meningitis. El tratamiento temprano de la meningitis bacteriana puede evitar complicaciones graves.
Por lo general, la meningitis viral es leve y a menudo desaparece por sí sola. La causa de la mayoría de los casos en los Estados Unidos es un grupo de virus conocidos como enterovirus, que son más frecuentes a finales del verano y principios del otoño. Los virus como el virus del herpes simple, el VIH, el de las paperas, el virus del Nilo occidental y otros también pueden causar meningitis viral.
Las infecciones virales son la causa más frecuente de la meningitis, seguida de las infecciones bacterianas y, en raras ocasiones, infecciones fúngicas.
Las complicaciones de la meningitis pueden ser graves. Cuanto más tiempo pasen tú o tu hijo sin recibir tratamiento para la enfermedad, mayor es el riesgo que corren de sufrir convulsiones y daños neurológicos permanentes, tales como:
Con un tratamiento inmediato, hasta los pacientes con meningitis grave pueden tener una buena recuperación.
El médico familiar o el pediatra pueden diagnosticar la meningitis en función de la historia clínica, un examen físico y algunos análisis de diagnóstico. Durante el análisis, el médico suele buscar signos de infección alrededor de la cabeza, los oídos, la garganta y la piel que está sobre la columna vertebral.
Es posible que tú o tu hijo se sometan a los siguientes análisis de diagnóstico:
-Hemocultivos. Se colocan muestras de sangre en un platillo especial para ver si se desarrollan microorganismos, en especial, bacterias. También se puede colocar una muestra en un vidrio y teñirla (tinción de Gram), para luego estudiarla bajo el microscopio.
-Diagnóstico por imágenes. Las exploraciones de tomografía computarizada o el diagnóstico por imágenes con resonancia magnética de la cabeza pueden mostrar la inflamación. Las radiografías o las exploraciones de TC del pecho o los senos nasales también pueden mostrar la infección en otras áreas asociadas con la meningitis.
-Punción lumbar. Si se desea alcanzar un diagnóstico definitivo de meningitis, es necesario hacer una punción lumbar para extraer el líquido cefalorraquídeo (CSF). En aquellas personas que tienen meningitis, el CSF presenta un nivel bajo de azúcar (glucosa) con un aumento de los glóbulos blancos y de la proteína.
El análisis del CSF también puede ayudar al médico a identificar la bacteria que causó la meningitis. Si el médico sospecha que existe una meningitis viral, es posible que indique la realización de un análisis de ADN conocido como amplificación de la reacción en cadena de la polimerasa (PCR) o un análisis para detectar anticuerpos contra ciertos virus para así determinar la causa específica y el tratamiento adecuado.
Los antibióticos no pueden curar la meningitis viral y la mayoría de los casos mejoran por sí solos en varias semanas. El tratamiento de los casos leves de meningitis viral suele consistir en:
-Reposo en cama.
-Abundante líquido.
-Analgésicos de venta libre para reducir la fiebre y aliviar el dolor generalizado.
El médico puede recetar corticoesteroides para reducir la inflamación del cerebro y un medicamento anticonvulsivo para controlar las convulsiones. Si un virus causó la meningitis, se dispone de un medicamento antiviral.
Las bacterias o virus comunes que pueden causar meningitis pueden transmitirse al toser, estornudar, besar o compartir utensilios para comer, un cepillo de dientes o un cigarrillo.
Estos pasos pueden ayudarte a prevenir la meningitis:
Lávate las manos. El lavado cuidadoso de las manos ayuda a prevenir la propagación de los gérmenes. Enseña a los niños a lavarse las manos con frecuencia, especialmente antes de comer y después de usar el baño, pasar tiempo en un lugar público con mucha gente o acariciar animales. Muéstrales cómo lavar y enjuagar vigorosamente y minuciosamente sus manos.
Sigue las prácticas de higiene adecuadas. No compartas bebidas, alimentos, sorbetes, utensilios para comer, bálsamos o cepillos de dientes con nadie más. Enseña a niños y adolescentes a no compartir estos artículos.
Mantenente sano. Cuida tu sistema inmunitario, descansa lo suficiente, haz ejercicio regularmente y mantén una dieta saludable con muchas frutas frescas, verduras y granos integrales.
Cubre tu boca. Cuando necesites toser o estornudar, asegúrate de cubrir tu boca y nariz.
Si estás embarazada, ten cuidado con la comida. Reduce el riesgo de padecer listeriosis al cocinar la carne, inclusive las salchichas y los fiambres a aproximadamente 74 °C (165 °F). Evita los quesos elaborados con leche sin pasteurizar. Elije quesos cuya etiqueta indique claramente que se fabricaron con leche pasteurizada.
Vacunas
Algunas formas de meningitis bacteriana son prevenibles a través de las siguientes vacunas:
Vacuna contra la haemophilus influenzae tipo B. Los niños de Estados Unidos reciben de esta vacuna de rutina como parte del programa recomendado de vacunas, que se inicia alrededor de los 2 meses de vida. La vacuna también está recomendada para algunos adultos, incluidos aquellos que tienen anemia drepanocítica o sida, y aquellos que no tienen bazo.
Vacuna antineumocócica conjugada (PCV13). En Estados Unidos, esta vacuna también es parte del programa de vacunación periódica para los niños menores de 2 años. Las dosis adicionales están recomendadas para niños de entre 2 y 5 años que tienen alto riesgo de padecer enfermedad infecciosa neumocócica, incluidos los niños que tienen enfermedad cardíaca o pulmonar crónica, o cáncer.
Vacuna de polisacárido neumocócico (PPSV23). Los niños más grandes y los adultos que necesitan protección contra la bacteria neumocócica pueden recibir esta vacuna. Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) recomiendan la aplicación de la vacuna PPSV23 a todos los adultos mayores de 65 años, los adultos jóvenes y los niños de más de 2 años que tienen sistemas inmunitarios débiles o enfermedades crónicas, como enfermedad cardíaca, diabetes o anemia drepanocítica, y a todas las personas que no tienen bazo.
Vacuna del meningococo conjugado. Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades) recomiendan que a los niños de entre 11 y 12 años se les administre una única inyección, con un refuerzo a los 16 años. Si la vacuna se administra por primera vez entre los 13 y 15 años, se recomienda aplicar el refuerzo entre los 16 y 18 años. Si la primera inyección se aplica a partir de los 16 años, no es necesario un refuerzo.
Esta vacuna también se puede aplicar a niños de entre 2 meses y 10 años, que tienen alto riesgo de padecer meningitis bacteriana o que han estado en contacto con alguien con la enfermedad. También se usa para vacunar a personas sanas que anteriormente no fueron vacunadas y que han estado expuestas a brotes.
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